lunes, 22 de junio de 2009

Obsesión 2 - (La mujer por el hombre)

Bella soy, oh mortales, como una pétrea flor.
Y mi seno, que a todos por turno ha torturado,
Fue hecho para inspirar al poeta un amor,
Tal como la materia, inmortal y callado. (…)
“Belleza” (de Las flores del mal, de Charles Baudelaire)


Buenas y santas, compañeros. El berretín de esta semana será el sempiterno metejón (qué tanguero que estoy hoy) del hombre por la mujer. La inmarcesible obsesión por su imagen, por su figura. Veamos la siguiente escena:
Exterior – Día – Ruido Ambiente de Ciudad. Una mujer pasa caminando, en la vereda se encuentra parado un hombre esperando el colectivo. La mujer ni siquiera atina a mirarlo, para ella, él es parte de la gris escenografía urbana. Para él, sin embargo, se paralizó el mundo. Se congeló el tiempo. Su corazón pugna por salir a abrazarla. La lírica de Lord Byron y lo más bajo y obsceno se fusionan en su imaginación para dar luz a una frase que resume el sentir de tal pobre criatura caída en la desgracia de la desesperación. (Manto de piedad: no reproducimos la frase) Luego de soltar la lengua con desparpajo, casi susurrando las líneas de su texto, sigue con su mirada al objeto de su deseo que, no detiene su marcha en velocidad crucero, ignorándolo por completo. De estas situaciones, miles. Y a través de la historia, una y otra vez, la figura de la mujer es puesta en el altar de la adoración masculina. Desde las diosas en los antiguos templos de casi todas las religiones hasta los programas de música tropical de los sábados por la tarde, donde a las bailarinas casi se les practica una ecografia transvaginal con la cámara. El hombre muere y mata por la mujer. En el caso de hoy, el hombre muere. Los dejo con Juan Gelman, y su poema Gotan”.



Esa mujer se parecía a la palabra nunca,
desde la nuca le subía un encanto particular,
una especie de olvido donde guardar los ojos,
esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo.

Atención atención yo gritaba atención
pero ella invadía como el amor, como la noche,
las últimas señales que hice para el otoño
se acostaron tranquilas bajo el oleaje de sus manos.

Dentro de mí estallaron ruidos secos,
caían a pedazos la furia, la tristeza,
la señora llovía dulcemente
sobre mis huesos parados en la soledad.

Cuando se fue yo tiritaba como un condenado,
con un cuchillo brusco me maté,
voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre,
él moverá mi boca por la última vez.

Escuchar al hombre hablar de la mujer no todas las veces es tan agradable, pues no todos los hombres son merecedores de una mujer. Diría que, enteramente, casi ninguno merece tan siquiera la compañía de una, tal premio es exagerado para quien la desprecia y la denigra. No hay en ellos la estatura espiritual y moral para reconocer a la mujer por lo que realmente es: el sutil indicio que nos da la vida para sugerirnos que la verdadera belleza existe y reside en ellas, destinadas a la superioridad, porque les fue dado el poder de dar a luz y la responsabilidad de mantener en el mundo la dosis de sensibilidad y sentido de cuidado que este requiere.
Pero, no quiero extenderme más en detalles sobre ninguno de los detractores del sexo opuesto, a quienes parece que un repollo les dio la vida, o que llegaron viajando en cigüeña desde París.
Por último, para refrendar todo lo que digo, y demostrar que no se trata sólo de la denotación del cuerpo de la mujer, o de lo sensual de su existencia, les dejo un texto de un hombre dedicado a una niña. Se trata de Lewis Carroll, autor de Alicia en el país de las maravillas, en este poema que da comienzo a “Alicia a través del espejo”

Niña de frente pura como un cielo sin nubes
Y ojos de sueño y dicha,
Aunque la ley del tiempo a los dos nos separe
La mitad de una vida,
Acoge como ofrenda este mágico cuento
Con amable sonrisa

¡Cuánto tiempo sin ver tu mirada radiante
Ni oír tu risa fina!
Sé que en tu joven vida no habrá de pervivir
Ninguna imagen mía.
Mas no importa: me basta que escuches ahora el cuento
Que mi pluma te envía

Un cuento que iniciamos en los días brillantes
De aquel cálido estío,
Una simple canción que a acoplar nos servía
Nuestro remar a un ritmo
Cuyos ecos perduran por más que años celosos
Nos sugieran olvido.

Ven, pues, y escucha antes que la voz implacable
-voz terrible y sombría-
Te anuncie y te recuerde, muchacha melancólica,
La cama aborrecida.

Niños viejos ahora, el tiempo de dormir
Nos apremia y agita.

Afuera, escarcha y nieve cegadora y locura
Del recio vendaval;
Adentro, el dulce nido de la infancia que canta
A la luz del hogar.
Al encanto de mágicas palabras, la tormenta
Ya no te arredrará.

Y aunque sin duda, dentro, la sombra de un suspiro
Lata bajo esta historia,
Por los felices días de aquel verano ido
Y el paso de su gloria,
No ajará con su aliento la mágica delicia
Que de este cuento brota.

Espero que hayan disfrutado de esta mezcla caprichosa de consideraciones.
Hasta la próxima semana, donde su tiempo se mezcle con el mío.



4 comentarios:

  1. no seras medio topu pebete...
    un abrazo enorme

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  2. Faq

    Si, sin duda alguna son dadoras de vida,sueños, amor... y de malos tragos tambien jajaja

    Me gusta la que andas escribiendo.
    saludos

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  3. Ezequiel

    Tu relató me gustó mucho Fer, mas ahora que estoy tan acongojado por la muerte de Farrah Fawcet...snif!!
    Ok, ya se me pasó.
    Iba a comentar por qué el cancer de recto de ella pudo mas que el de páncreas de Patrik Swize, pero terminaría convirtiendome en uno de "esos" que piensan que nacieron de un repollo, que vinieron de Paris...o que el 165 los dejó en Once donde fueron encontrados por sus padres...
    Siga publicando cosas señor!
    Ah, y no te olvides que posiblemente Faith no more venga a Bs. As. para octubre...a juntar platita!

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  4. Nuevo amigo Fernando:

    ¿Es la mujer una endecha
    disuelta en el agua clara?
    ¿un gesto, un don, una rara
    luz tan justa y tan bien hecha?
    Quien no conozca, a la fecha,
    lo que ella encarna y augura
    pierde lo mejor, la oscura
    fe que incendia a la pureza.
    Por no mentar la belleza
    que a Muerte reta y despecha.

    Fernando: gran placer esto de descubrir tus
    textos y tu persona. Te gustaron los míos que publicó, generoso, Pallaoro. Levanto, por eso, mi copa de vino (perdón, no me gusta el vermú)
    Y el abrazo
    Jorge Ariel Madrazo

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